La canción de Eva

Imagen de la portada del libro "La canción de Eva"

Colección Mnemosine

Poesía belga en lengua francesa. Siglos XIX-XX. Simbolismo.

Edición bilingüe francés-castellano.

328 páginas, 15’2 x 22’8 cm.

ISBN: 978-84-947613-3-1

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“¿Conocéis, entre los poemas de todos los tiempos y de todos los lugares, entre lo más exquisito que nos han dejado los griegos, los orientales y los ingleses, esos maestros de la gracia inaprensible, conocéis muchas composiciones de una fuerza tan pura, tan natural, tan benéfica, tan perfecta y tan mágica? En todo caso, me parece que hay en ellas un susurro y como un silencio lírico, una música, una voz, una cualidad de sonido que no habíamos oído aún en nuestra poesía francesa (…) Para conseguir unas piezas tan perfectas es necesario que se den al mismo tiempo unas condiciones tan excepcionales que no cabe sorprenderse de que estas no se encuentren más de una decena de veces en la historia de una literatura”.
Maurice MAETERLINCK.

 

“(…) La canción de Eva contiene todas las riquezas verbales, todas las delicadas sonoridades, todas las destrezas y todas las audacias de la música y del pincel. Es por esto, pienso, que no puedo leerla sin percibir alrededor, en la atmósfera imponderable donde se sitúa, el cortejo susurrante y lejano de las figuras que en mi memoria se convierten, sin ningún parecido real, en otros seres que imagino. Es Eloa, la hermana de los ángeles. Son las adolescentes soñadoras cuyas bellas actitudes pintó Walter Crane para ilustrar historias de hadas, son los bellos cuerpos esbeltos y las sonrisas entristecidas de los efebos primaverales de Botticelli”.
Marie CLOSSET.

 

“¿Es que se puede expresar la luz, el cielo puro, un campo de flores, un bosque melodioso? ¿Se puede explicar el alma de un poeta ingenuo que ve ángeles y sirenas por doquier, cuya imaginación se engalana a la vez con las gracias del paganismo y las fiestas cristianas? La crítica literaria no tiene nada que hacer con un poema semejante, parecido a un jardín maravilloso donde se abandona una emoción para entrar en un éxtasis. Ebria de voluptuosidad, olvida su misión. Y mecida inefablemente por estos ritmos, los más bellos quizás que surgirán nunca de los labios de un hombre, saluda en este libro a una de las obras maestras del espíritu humano y en Charles Van Lerberghe a un maestro de la poesía francesa”.
Georges RENCY.